La guerra fría terminó y poco ha tardado en aparecer un sofisticado sistema de guerra cibernética, para la que hay que estar preparado. Los servicios de inteligencia han tomado de nuevo el protagonismo. La Unión Europea debe poner en práctica los acuerdos sobre seguridad y defensa recientemente firmados como único camino para su supervivencia.
Dos cuestiones previas: en primer lugar, querido lector, está usted leyendo El Debate de hoy, “Diario de análisis, reflexión y valores”, es decir, no se trata de una publicación que se limita a dar información convenientemente contrastada, sino que estas informaciones son analizadas y así expuestas a los lectores.
En segundo lugar, manifestarles que casi treinta años de entrega a mi país en el Servicio de Inteligencia pueden avalar mis opiniones en cuestiones relativas al trabajo de estos servidores públicos.
Como pasa en el resto de países democráticos, los objetivos los marca el Gobierno de la nación, es el ejecutivo quien marca el terreno para el trabajo de los hombres y mujeres que componen un servicio de inteligencia.
Inteligencia, el producto final
El proceso es sencillo de entender: el Gobierno da las directrices sobre lo que es para él prioritario, en lo que deben trabajar los servicios de inteligencia, y estos emplean todos los sistemas de los que disponen para “adquirir” esa información por medios humanos (humint) o inteligencia de señales (sigint), mediante la interceptación de comunicaciones o cualquier otro tipo de técnicas.
Esa adquisición de información, abundante y diversa en fuentes y contenidos, es analizada y clasificada en diversos grados de certeza, dando como resultado lo que llamamos ‘inteligencia’, el producto final, el destilado de la información obtenida.
El Gobierno, todos los Gobiernos, reciben de sus servicios de inteligencia unas informaciones, llamémoslas, de alta calidad. Después, quien toma las decisiones es el Gobierno, de acuerdo con la información recibida o no. Ahí entran en juego intereses que pueden aconsejar cosa distinta a lo recomendado por la inteligencia. Esa es su responsabilidad. No culpemos al mensajero.
¿Qué objetivos marcan los Gobiernos a los servicios de inteligencia? Muchos y diversos. Desde lo relativo a la amenaza terrorista, la protección de los intereses empresariales en el exterior, las políticas de otros países que puedan afectar al propio, el potencial militar y estado de eficacia de las fuerzas armadas de países objetivo y, naturalmente, la integridad territorial del país, los grupos o movimientos secesionistas, si los hubiere, o la prevención de intentonas golpistas y muchas otras cuestiones de importancia para la seguridad del país y de sus ciudadanos.
El Centro Nacional de Inteligencia (CNI), un trabajo impecable en Cataluña
¿Cómo no pensar que el Centro Nacional de Inteligencia tenga entre sus objetivos la cuestión del separatismo catalán? A lo que añado, porque lo sé, que su trabajo en dos cuestiones acaecidas en Cataluña recientemente, como fueron los atentados terroristas del 17 de agosto y la declaración de independencia de octubre pasado, ha sido impecable.
Otra faceta que cubren los Servicios de Inteligencia, lo que podíamos llamar la Contrainteligencia, consiste en neutralizar, o tratar de neutralizar, las acciones de otros servicios que vayan en contra de los intereses nacionales y en este capítulo consideramos acciones como la desinformación, la “agitprop”, la desestabilización del país o de parte de su territorio.
Todo este enorme, arriesgado e importante trabajo no ha cambiado sustancialmente, han cambiado los medios, la altísima tecnología empleada, los medios de que se disponen, cada día más sofisticados y perfectos.
Hemos hablado de objetivos y tenemos que considerar que, en gran medida, de lo que se trata es de defender los intereses económicos, los recursos energéticos, el desarrollo tecnológico, la seguridad del país y de sus conciudadanos.
Seguramente, el director del CNI se personará en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados para informar, a puerta cerrada, a sus señorías de lo ocurrido en Cataluña, de la información obtenida en ambos casos, terrorismo y declaración de independencia, y lógicamente esa información no debe ser difundida ni llegar a los ciudadanos, sencillamente porque de su conocimiento popular no se derivaría consecuencia positiva alguna, más bien al contrario, podría poner en peligro el éxito de operaciones en marcha, de personas involucradas en las investigaciones y hacer fracasar lo logrado a lo largo de años de duro trabajo.
No lo sé, pero si, como es sabido, el CESID (ahora CNI) tenía infiltrados en la banda terrorista ETA, en la cúpula de ETA político–militar concretamente, ¿cómo no los va a tener en los lugares u organizaciones que son objetivos prioritarios para la seguridad del país?
Los bulos de algunos medios de comunicación
Circulan por las redes sociales e incluso medios de comunicación españoles y extranjeros, comprados o al servicio de otros países, informaciones falsas, bulos, manipulaciones burdas en muchos casos, artículos que tratan de confundir al ciudadano, de desprestigiar el trabajo de nuestros servicios de inteligencia, de nuestros cuerpos de seguridad, con el objetivo claro y evidente de lograr una desestabilización del país.
No ya el ocaso, sino la muerte de las ideologías ha dado paso a un nuevo poder fáctico: los intereses económicos. El dinero mueve el mundo y hoy es prioritaria su defensa sobre cualquier otra cuestión. El dinero es conservador, es miedoso de lo desconocido, necesita estabilidad y, cuando se va de un país, este país sufre lo indecible.
En este mundo global, con tres potencias disputándose la hegemonía mundial, Europa no les interesa que se consolide, se le puede atacar allá donde aparezcan debilidades, se puede propiciar su fractura animando con desinformación y falsas promesas a las partes que se vean más propicias para que esas mentiras mil veces repetidas parezcan verdad.
Objetivo: Europa
¿Quién dice que una de esas tres potencias mundiales, los Estados Unidos, no ha propiciado el brexit británico? Y otra de ellas, Rusia, que sufre las sanciones económicas europeas tras la anexión de Crimea y el este de Ucrania, no trata de controlar las elecciones norteamericanas, la desestabilización de Europa, propiciando movimientos secesionistas o neonazis en muchos países europeos o coqueteando con Turquía para atraerla a su círculo de influencia, mientras China, la tercera en discordia, es ya la primera potencia mundial comercial e inversora. Esos son los verdaderos intereses, por ellos mienten, manipulan, engañan y hacen todo lo posible por subir un escalón más que el otro.
Europa soporta la llegada masiva de emigrantes y refugiados como no se conocía, cuenta con partidos de extrema derecha rozando el poder en países de economías más avanzadas o de extrema izquierda donde la economía no acaba de superar la crisis, como Grecia, y soporta un terrorismo yihadista que golpea indiscriminadamente con sistemas cada vez más difíciles de detectar.
Desestabilizar Cataluña provocando su empobrecimiento (deuda enorme, empresas que abandonan o no llegan, sin crédito donde recurrir) arrastraría económica y políticamente a España y esta a Europa.
Brexit, terrorismo, emigración, secesionismo, partidos de extrema derecha y antisistema, corrupción, crisis económicas… de todos ellos tiene que salir Europa luchando unida, o Europa nunca será.
Se ha dicho repetidamente. Europa necesita unificar su seguridad con unas fuerzas armadas propias, unos servicios de inteligencia unificados, una política económica única, unos cuerpos de seguridad coordinados. Seguridad y economía son las bases del crecimiento del bienestar de sus sociedades.
Cataluña no es más que un tubo de ensayo. Si el experimento sale bien, su contagio a países como Bélgica o Italia estaría garantizado y el final de la Unión Europea asegurado.
Lo que ha resultado evidente en este caso ha sido el trabajo de los servicios de inteligencia a través de redes sociales o medios de comunicación, lanzando noticias e imágenes, muchas de ellas manipuladas o que no se correspondían con los hechos acaecidos, que ha calado en buena parte de la población.
La contrainteligencia del CNI, con absoluta seguridad, trabaja en neutralizar esos ataques cibernéticos, la propia Unión Europea ha decidido, por fin, unir fuerzas en la lucha contra estos métodos desestabilizadores. La Unión Europea debe poner en práctica los acuerdos sobre seguridad y defensa recientemente firmados como único camino para su supervivencia. Terminó la guerra fría, pero poco ha tardado en aparecer un nuevo y sofisticado sistema de guerra cibernética, más cara, si se quiere menos cruenta, para la que hay que estar preparado. Los servicios de inteligencia han tomado de nuevo el protagonismo.